LAS SOLAPAS
Hay quienes, acojonados tras haber leído el anterior post, el del capítulo cero, piensan que así será toda la novela, y eso, con seguridad, puede asustar a más de un alma cándida. De modo que me siento obligado a desmentirlo, a afirmar ante notario que El Rey del Mundo es un trabajo casi, casi periodístico, pues durante algún tiempo tuve que reunir y clasificar cientos de artículos y notas de la prensa norteamericana entre los años 1920 y 1968, bucear en bibliotecas universitarias, en los archivos de iglesias evangélicas, en el diario de Ambrose J. Tomlinson, en las actas de la Iglesia de Dios, en montañas virtuales de panfletos religiosos... Todas las notas y referencias que aparecen en el libro están contrastadas. Cada cita ha exigido una inmensa labor de búsqueda y estudio. Sin duda, algunas de las situaciones que presento en él son tan descabelladas que nadie creería que fueron verídicas. Pero se equivocaría. Exceptuando los episodios claramente ficticios, que no se detectan tan fácilmente, la novela posee una sólida estructura histórica. Ahora bien, reconozco que, ante tan imbricada fusión de barbaridades y circunstancias insólitas, más de un lector pensará que no hay nada de cierto en esta biografía escandalosa. Allá él. Yo simplemente he reflejado la realidad, que es mucho más compleja y alocada de lo que estamos acostumbrados a pensar.
Subo aquí las solapas del libro. No hay spoilers, lo siento. Me sigue resultando difícil aclarar una pregunta que me han dirigido a menudo últimamente: "pero, ¿de qué va la novela?" Pues va de eso que pone ahí arriba. Y si algún inquisidor insiste y reclama conocer en qué determinado estilo debería encuadrarse el artefacto ese, no me queda más remedio que aplicar una definición encontrada hace días al azar: "en el realismo histérico".
Sé que con ello me zambullo en un berenjenal. Pero prefiero dejar para otro día el análisis de qué significa exactamente eso del "realismo histérico", de dónde sale, quién se lo inventó y por qué se ha aplicado a determinados títulos de la narrativa postmoderna norteamericana. Eso servirá, además, para contaros bajo qué influencias me he movido, y a santo de qué llevo tiempo declarando, solemne y orgullosamente, que os estoy ofreciendo la genuina y última "Gran novela americana", escrita, de manera inexplicable, en plena comarca del Camp del Tùria.
Dios, ¿Qué me pasa hoy? ¡Me he puesto a escribir en serio sin apenas darme cuenta! ¡Qué desastre!
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