LA PRESENTACIÓN OFICIAL - EL VÍDEO

Buenos días. Parece que ya arranca la cosa. Pero solo lo parece, ojo. Mi editor es un tío raro, eso ya lo he dicho por aquí y por allá. Pues lo repito de nuevo, para que no queden dudas. Como seguía insistiendo en sus rollos de márquetin y promoción, que son de esos asuntos que a uno le entretienen de su oficio y le roban el tiempo, alegó que era im-pres-cin-di-ble convocar una presentación al público, con su rueda de prensa y su vinito barato, abundante en pleonasmos, halagos, discursos, aplausos y bromas idiotas. Yo, lo confieso, no soy muy dado a las costumbres del estrellato, por ese finor tan cutre que desprenden las convocatorias oficiales y ese glamour de escritor consagrado que se hace fotos con la frente apoyada en una mano, así como si estuviera siempre angustiado, pensando en metáforas profundas y ahondando en el sentido de la vida y de la literatura. No, oigan, la verdad es que esas cosas me dan mucho repelús, yo si voy es para desmontarlo todo, que por algo me crie más iconoclasta que Juan el Gramático o que el emperador Teófilo. Sugirió entonces la idea de hacerlo en un "emplazamiento memorable", en un "espacio emblemático", en lugar de en alguna librería pequeñita y acogedora, que sería lo más adecuado si se tiene en cuenta que El Rey del Mundo es una ópera prima, o quizá, más exactamente, una "ópera suegra", ya que fue ella la responsable, y no yo, que lo explico bien en el epílogo, ya lo vieron en la entrada anterior, con el follón que se montó descifrando el manuscrito del John Connor ese. Perdón, que me voy por las ramas. Sigo. Apareció entonces por ahí un señor con pajarita que dijo ser el cónsul de Francia y que disponía de un escenario inmejorable, un palacio del Renacimiento en el centro de la ciudad, pues la novela cuántica se merecía lo mejor, y ahí me liaron entre los dos, que encima pagaba yo las copas, claro, y ellos venga a darle a la lengua, el diplomático y el editor matriusko, como si fueran amigos de toda la vida, inmiscuyéndose en mi destino. Claudiqué, como es obvio, así que ya está todo listo para la primera presentación del engendro, que será el miércoles 21 de octubre, o sea, dentro de una semana, en el museo de L'Iber, que está lleno de soldaditos de plomo, ya ven, como el Opus Nigrum, pero al principio. 

Pero eso no es todo, no. Resulta que los de la imprenta van con retraso, así que todavía no hay ningún ejemplar disponible, y el cónsul de la pajarita no sé qué va a presentar, si el tío no se ha leído nada, supongo que me presentará a mí, que todavía no tengo claro de qué voy a hablar; hablaré del editor, supongo, que eso me da juego, y este lo hará de los problemas de la vida y de lo inútiles que son los de la imprenta, digo yo, pero no, me asegura ahora que ya está solucionado y que esta semana tendremos la primera edición, unos pocos libracos de setecientas y pico páginas, hay que ver, un artefacto que pesa un huevo, seguro, pero que es una maravilla, oigan, fíense de mí, que no miento. 

En breve pondré por aquí un enlace al evento, que el señor cónsul está muy ocupado y no ha tenido tiempo todavía de hacerlo, pero me ha dicho que es que tienen ustedes que apuntarse, que ahora todo se hace con cita previa, por lo del virus, pero no me falten, que se van a reír, ya les digo, aunque sea solo por lo improvisado que va a ser, eso lo tengo claro. Mientras tanto yo me he dedicado estos días a hacer un vídeo raruno, ahora me lo ven, no tiene música ni nada, solo son fotos de Homer Tomlinson y de sus visiones y sus circunstancias, que son apoteósicas, algunas, y otras no tanto, pero como no hay dinero para contratar a un profesional de la imagen pues ha salido así, cutrecillo y con algún espoiler de esos. Sean clementes, como el del Palmar. Creo que tampoco habrá vino en el palacio, dice el cónsul que es por la pandemia, para que no se coloque el público y empiecen a quitarse las mascarillas y a reptar por el suelo y a darse besitos y abrazos. Vaya una mierda de vida, nos han jodido bien, ni vino ni jolgorio... A propósito, tendré que comprarme una mascarilla con glamour, que la que llevo es una porquería sin estilo ni colorines. Todo sea por incrementar las ventas. Dice mi mujer que tengo que cortarme el pelo, que así no puedo ir porque parezco un pordiosero. Coño, todo el mundo opina y me dice lo que tengo que hacer. Estoy un poco harto. Hala, recuerden, el miércoles que viene, por la tarde. Apúntense cuando salga lo del evento, no me sean indolentes.

El vídeo ese, aquí: 



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