El Rey del Mundo, ya en Amazon
Vale, pues ya es un hecho. Como toda novela de culto, como cualquier otro libro maldito, El Rey del mundo tropieza, ya desde sus orígenes, con extrañísimas circunstancias. No iba el artefacto a ser menos. Esta vez no ha sido por culpa de una condena papal. Tampoco por amenazas de alguna secta de chalados. El caso es que, de común acuerdo, la editorial Matrioska y yo hemos rescindido el contrato. La semana pasada recuperé los derechos de impresión y ahora el engendro, la gran epopeya hermética, distópica, psicótica y magnética, la puta novela del siglo, ya está en la web de Amazon. Ojo, de momento solo en formato electrónico, para Kindle. Más adelante les iré comunicando si firmo con otra editorial o no. En un principio, por razones obvias, lo que me interesa es entrar en el mercado americano. Pero no les entretengo más con esto. Ahí abajo va el enlace, basta con darle un click a la foto.
Ahora bien, y sean ustedes comprensivos, esto de Amazon tiene sus cosillas. Es importante conseguir un buen nivel de ventas para aparecer en la lista de los cien más vendidos, porque eso me da alas, como si ingiriera un brebaje atómico de esos que anuncian por televisión. Y también que ustedes hagan las valoraciones y las críticas de rigor, que para eso creo que no hace ni falta que lo compren. Todo esto del márquetin me aburre mucho, la verdad. Pero, hagan ustedes el favor, no me sean indolentes, que ya es juernes y estamos todos hasta las gónadas de tanto toque de queda y de tanto perimetral encierro. ¿Acaso no es mejor reír que llorar? Pues buena excusa les presento, oigan, ahí tienen la novela a un precio irrisorio, yo les entretengo con literatura miñarra en todo su esplendor y ustedes me hacen rico y feliz. Bah, no creo que me haga rico, la verdad, pero lograr algunas ventas al menos me aliviará un poco la economía, que tengo el restaurante cerrado y esto es un puto desastre. Hale, ahí va el enlace. Acuérdense de mí. No se amontonen, vayan ustedes poniéndose en la fila, ordénense, compren, compren, aprovechen este fin de semana para adentrarse en la maravillosa vida de Homer A. Tomlinson, el predicador chiflado, y les juro que les invitaré a una caña cualquier día. Que sean ustedes muy felices.
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