Cuentos, panfletos y micromierdas. El vídeo promocional.


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Todos tenemos grabado en el subconsciente la imagen de un espectáculo mágico, onírico, circense. La música es un agujero, rasga ciertas oberturas psicománticas, nos traslada a un territorio inseguro, expectante y atávico. Semioscuro, pero azul. Y rojo. Es el área de los arquetipos, de la memoria más interna, aquella en que nos abrimos al misterio sin ningún tipo de precaución. Aquella en la que se aguarda, se espera, se desea la irrupción de lo maravilloso.

El distinguido erudito Dr. Franz Schlagobers, a principios del siglo XX, muy lejos de los semilleros dadaístas de Zúrich, París y Berlín, realizó una serie de grabaciones en cilindros de cera para la escurridiza compañía de circo de vodevil "Circus Homunculus". Un grupo de artistas, acróbatas y malhechores chilenos crearon su propia marca de teatro experimental.

Poco se sabía del Circus Homunculus, aparte de unos pocos documentos fotográficos, hasta que estas grabaciones de cilindros de cera aparecieron en el ático de un orfanato en Santiago.

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